Читать книгу Поцелуй и другие легенды. Уровень 1 / El beso y otras leyendas онлайн
El capitán de los dragones finalmente aparece en la ciudad. Luce un casco imponente y una espada magnífica.
Apenas lo ve su camarada, sale a su encuentro para saludarlo. Muchos de los presentes en el grupo también se acercan con curiosidad por conocerlo. Han escuchado sobre su carácter original y extraño[8].
Después de los abrazos habituales, las exclamaciones, felicitaciones y preguntas de rigor en este tipo de encuentros, hablan extensamente sobre las novedades en Madrid, la situación cambiante de la guerra y los amigos fallecidos o ausentes. La conversación va saltando de un tema a otro hasta llegar al asunto inevitable: las dificultades del servicio, la falta de distracciones en la ciudad y los inconvenientes de los alojamientos[9].
En este punto, uno de los presentes que, al parecer, tiene información sobre el mal humor con el que el joven oficial ha aceptado acomodar a su gente en la iglesia abandonada, le dice en tono burlón:
– ¿Qué tal la noche en el alojamiento que ocupáis, soldados?[10] – pregunta el oficial.
– Ha habido de todo, no he dormido mucho, – contesta el capitán. – El origen de mi vigilia merece la pena. He visto a una mujer bonita, ella ha rezado antes del altar[11]. No es el peor de los males.
– ¡Una mujer! ¡Eso es suerte!
– No la conocía, nunca creí encontrar una patrona tan bella.
– Es una verdadera aventura.
– ¡Cuéntala! – todos prestan atención.
Comienza la historia así:
– Anoche dormí como un hombre que está cansado de caminar trece leguas, – empieza su historia el soldado. – De repente, un ruido horrible me despertó y me incorporé asustado en la cama[12]. Fue un estruendo tan fuerte que me ensordeció por un momento y luego me zumbaban los oídos durante casi un minuto, como si una mosca me estuviera cantando al oído. Como puedes imaginar, la causa de mi susto fue el primer golpe de esa maldita campana grande, una especie de cantor de bronce que los canónigos de Toledo han colgado en su catedral[13]. Maldiciendo en voz baja a la campana y al campanero que la toca, me disponía, una vez que se apagó aquel ruido inusual y temeroso, a retomar el hilo de mi sueño interrumpido, cuando mi imaginación fue herida y se presentó ante mis ojos algo extraordinario. A la luz de la luna que entraba por una pequeña ventana en el muro de la capilla principal, vi a una mujer arrodillada junto al altar[14].